La ausencia de guerras entre democracias: CRISIS EN SURAMÉRICA

Una fila de tanques pasa por Maracaibo camino a la frontera de Venezuela y Colombia

Basada en la lógica kantiana, la teoría de la paz liberal arguye que las normas e instituciones democráticas limitan el recurso a la guerra y mantienen la paz entre Estados liberales. Los Estados autoritarios, al carecer de esos mecanismos, tienden a la violencia. Según sus defensores, los efectos disuasivos de la opinión pública, el autocontrol de la estructura política liberal y una tradición cultural basada en la resolución pacífica de los conflictos explican por qué “es imposible identificar sin ambigüedad una guerra entre Estados democráticos desde 1815”. La ausencia de guerras entre democracias divide el mundo en una “zona de paz liberal” y una “zona no liberal de guerra”.

Los nuevos nacionalismos en los Balcanes, países que no respetan la convivencia internacional, como Irán que amenazan día con día a sus vecinos, el conflicto de Oriente Medio, el conflicto de las Coreas, y ahora la tensión en Sur América, con Venezuela, Colombia y Ecuador.

La conclusión es obvia: cuántas más democracias haya en el mundo, mayor será la zona de paz. Pero estamos ante una peligrosa, maniquea y condescendiente generalización que, lejos de promover los principios liberales de universalidad y tolerancia, justifica la división, el fanatismo y la violencia en nombre de la paz. Se trata de una teoría retórica, políticamente conveniente y analíticamente débil. De por sí demasiado superficial para el complejo mundo unipolar en el que vivimos, la teoría ha sido todavía más simplificada por los políticos a fin de manipular a la opinión pública y lanzar una nueva cruzada.

Venezuela ha comenzado una carrera armamentista que se sale de las verdaderas necesidades de autodefensa nacional. Un político costarricense y analista internacional, me decía que Estados Unidos se oponía a la compra de armamento por parte de Venezuela a Rusia, por miles de millones de dólares, simplemente porque no fue comprado a ellos.

La tesis de la paz democrática no sólo promulga que las democracias raramente luchan entre ellas, sino también que sus desavenencias son resueltas de forma pacífica y sin amenazas violentas. Sin embargo, la teoría no sostiene que las democracias se comporten de forma pacífica con el resto del mundo, al contrario, admite que no son más pacíficas con respecto a Estados autoritarios de lo que estos últimos lo son entre ellos. Ahora bien, si estalla la guerra entre un Estado democrático y otro autoritario, el primero tiene más posibilidades de ganar el conflicto. Hasta aquí, planteamientos relativamente inocuos. Pero la doctrina de la paz democrática es más peligrosa por lo que no dice que por lo que expone, a saber: que democracia implica paz, justicia, prosperidad y riqueza mientras que la falta de ella conlleva injusticia, corrupción, incapacidad de resolver las disputas pacíficamente, agresión y pobreza. Esta última definición la podemos ver hoy en día definida en estados democráticos, en su la incapacidad de poder resolver sus problemas internos pacíficamente, con referendos adelantados, con más pobreza, injusticia y corrupción.

Lo podríamos definir en un estado democrático con neo populismo, donde todos estos puntos se reafirman día con día.

Haciendo hincapié en las diferencias, e ignorando las similitudes, la teoría de la paz liberal nos conduce al imperialismo del siglo XXI, no a la “paz perpetua” que soñó Kant. El reto crucial no es la creación de más democracias sino el desarrollo de las condiciones necesarias para superar los prejuicios, injusticias, desigualdades y violencia presentes tanto en Estados liberales como en los no democráticos. Se tendrá que analizar cuál es el fin último del presidente Hugo Chávez, de buscar desde hace meses una confrontación con otra democracia, bien armada y aliado incondicional de los EU, que es Colombia, y se rompería entonces que desde el año 1815 dos democracias no entran en conflicto.

¿Juego mediático? Distraer a la opinión pública interna llamando al nacionalismo, ante la violación de fronteras, algo muy delicado se está gestando en estos países, y debemos estar a la expectativa, del porque estas democracias, van hacia una confrontación armada de incalculables consecuencias.

Insólito y paradójico, pues, que un hecho recibido por la inmensa mayoría de los colombianos como un tanto legítimo -y sin precedentes- que el Estado se anota en la larga confrontación con las Farcs, con la muerte de 'Raúl Reyes', haya generado al mismo tiempo un choque diplomático con Ecuador y haya llevado a Chávez a escalar su enfrentamiento con Colombia y con el presidente Uribe a niveles sin precedentes.

Habrá que ver qué pasos se dan, pero, por lo pronto, entramos en un tenso período de confrontación, ojalá solo verbal y diplomática, entre Colombia y Venezuela. Al prudente silencio con el que se ha respondido hasta ahora, y sin dar pie a provocación alguna, quizá sea hora de añadir una mediación internacional, o de buscar que el sistema interamericano comience a jugar un papel activo en una crisis que puede desestabilizar a toda la región. Las cosas con Venezuela están pasando de castaño oscuro y eso no es bueno para nadie.

Ecuador expulsa al embajador colombiano y envía el Ejército a la frontera

El Gobierno ecuatoriano de Rafael Correa, aliado estratégico de Hugo Chávez, ha decretado esta noche la ruptura definitiva de relaciones con Colombia al ordenar la expulsión inmediata del embajador de ese país en Quito, horas después de que llamara a consultas a su embajador en Bogotá. Además, en sintonía con el Ejecutivo de Chávez, ha ordenado reforzar su frontera con Colombia con el envío de más tropas.

Nada más aterrizar en Quito procedente de Bogotá, el diplomático Francisco Suéscum ha calificado de "hecho de guerra" el ataque militar colombiano.