EE UU entra en nueva era

El poder de convocatoria: Yes we can

Hoy empieza el mundo una nueva era y empezamos a escribir una nueva historia. Una historia de la esperanza, aún recuerdo cuando puse un post y comentaba que el mundo merece a Obama en la Casa Blanca, y me decían que Europa no votaba para escoger al presidente norteamericano.

Hemos asistido hoy impresionados por la afluencia de votantes en los EEUU se dice que es histórica, una nueva era se empieza a partir de hoy y tenemos el cambio y el triunfo de la esperanza. El Fin de la historia, pues si es el fin de la era del miedo que ha dominado al mundo en los últimos ocho años. Y el empacho de conservadurismo (especialmente de sus expresiones más toscas, como Guantánamo, las torturas, las escuchas telefónicas, la invasión permanente del espacio privado, los abusos de poder, la indiferencia ante el dolor de Nueva Orleans, la insensibilidad ante el deterioro de las condiciones económicas) resulta evidente.

Obama, de 47 años y que ejerce su primer término como senador por Illinois, se convertió en el primer presidente de padre keniano y de madre blanca norteamericana de EE UU.

Forzado por el fracaso de una política que deja dos guerras en marcha sin perspectivas de triunfo y presionado por una crisis financiera que ha echado por tierras los viejos principios económicos, las elecciones que se celebran hoy marcan el comienzo de una nueva era en Estados Unidos. Con la actual Administración, que seguirá hasta el 20 de enero, se acaba también a un ciclo que, sobre todo en su etapa final, ha dejado al país muy limitado políticamente en su capacidad para ejercer el liderazgo internacional y económicamente endémico para afrontar los cambios internos que la sociedad exige.

Algunos desafíos subsisten, como la amenaza terrorista o el surgimiento de nuevas potencias, especialmente China, pero Estados Unidos entra en una fase de reconsiderar cuáles son las respuestas más adecuadas. Varios estudiosos creen ver síntomas suficientes para anticipar el fin del imperio. Estas elecciones han mostrado, no obstante, una vitalidad democrática que hace presagiar, más bien, una fase de reconstrucción.