El mundo unipolar se agota, América Latina, sigue siendo el patio trasero de los Estados Unidos. Los ojos de Norteamérica, están enfocados en el Medio Oriente, si no existen las guerras, hay que crearlas. Los productores de armas, que conforman un gobierno paralelo, deben buscar mercado para sus armas más sofisticadas.
Israel, y otras naciones del Medio Oriente, son sus más potenciales clientes, que ante la escalada militar, deben buscar la seguridad nacional de sus fronteras. Observamos que el precio del petróleo va a rondar cifras históricas de los cien dólares, impactando a las economías del mundo occidental, que dependen de él.
Con todo este panorama, el mundo ve con buenos ojos el fin del mundo unipolar, y el concierto de naciones se empiezan a mover, hacia un mundo bipolar, y podríamos ser aún más ambiciosos, de pensar que vamos a un mundo tripolar, con equilibrios internacionales, que mantengan al mundo más seguro.
No sería muy arriesgado prever que la época de la unipolaridad global está llegando a su fin, y no es el Final de la Historia, aunque sólo haya durado una docena de años. Parece que en lo adelante surgirá una nueva estructuración del mundo con tres polos evidentes. En unas décadas podríamos estar viviendo en un mundo en el que, no sólo Estados Unidos, sino también la Unión Europea y la República Popular China sean los puntos de referencia para cualquier situación. Un polo en evidente retroceso y otros dos en sostenido avance. Para entonces quizás la OTAN haya desaparecido y la ONU se mueva en silla de ruedas con un balón de oxígeno a cuestas. Pero la humanidad parece que ya no soporta seguir siendo controlada unilateralmente por quien sólo busca pendencias[1] para ampliar sus ganancias y resarcir sus fraudulentos manejos financieros, como los que se dieron en la reconstrucción de Iraq.
Cuando el bloque socialista empezó a desmoronarse a finales de la década de los años 1980 nos dimos cuenta que el mundo no sería el mismo de antes. Ya la Unión Soviética no serviría como contrapeso de Estados Unidos, lo cual le permitía ciertas veleidades libertarias al tercer mundo. Supusimos que con el fin de la "guerra fría" terminaría la carrera armamentista y con ella alcanzaríamos la paz. Pecábamos de ignorantes por desconocer la insaciable voracidad del capitalismo globalizado que necesita tener enemigos, reales o inventados, para que su maquinaria industrial bélica genere beneficios enormes. Contrario a nuestras expectativas, el mundo unipolar en el que sólo Estados Unidos toma las decisiones cruciales provocó más enfrentamientos bélicos que ninguna otra época de la historia.
La unipolaridad del mundo provocó la agudización de la arrogancia del poder como nunca antes. El período de bienestar económico de Estados Unidos bajo la Administración Clinton hizo que el complejo militar industrial encontrara cómo y dónde saciar sus apetitos en cada momento. Pero con la llegada de George W. Bush a la presidencia y la simultánea profundización de la crisis moral y financiera en las bolsas de valores. Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 fueron la excusa para que los demonios de la guerra total se soltaran. El objetivo preferido desde aquel día fatal fue Iraq. Nunca se pudo comprobar su complicidad con los grupos terroristas, pero los gestores de las guerras preventivas insistieron en culpar al país que tiene uno de los mayores depósitos de hidrocarburos en todo el globo terráqueo.
Hoy, Estados Unidos trata de forzar al mundo a que se le una en el descabellado proyecto de asegurarse el petróleo del mundo escogiendo como primera víctima a Iraq. El actual gobierno norteamericano está dispuesto a ignorar a la Organización de Naciones Unidas si ésta no responde a sus intereses del momento. Igual destino podría correr la Organización del Tratado del Atlántico Norte, un instrumento de la "guerra fría" que a diario evidencia su obsolescencia. Por otra parte, la Unión Europea ha descubierto que su seguridad no puede residir en la fortaleza militar de EEUU. China, el país de mayor crecimiento económico y con un respetable poderío militar, se consolida con autonomía en el Lejano Oriente. Y nuestro presidente Oscar Arias lo ha entendido y apuesta a China y sus relaciones con estos países.
El desmesurado apetito por el petróleo de Estados Unidos ha llevado a que sus aliados occidentales se resistan a compartir los riesgos. No tanto porque aquellos gobiernos sean justos y respetuosos de la soberanía de las naciones, sino porque han realizado enormes inversiones en la industria petrolera iraquí. Asimismo, el frenesí de guerra en medio de un descalabro del dólar ha puesto a desconfiar a Europa que disfruta de un euro mejor cotizado que la divisa norteamericana. Una divisa como esa, respaldada por unidades de producción, resulta mucho más confiable que un dólar simbólico apoyado sólo en la abatida confianza y en el deteriorado crédito de Estados Unidos.
Ahora, la incontinencia guerrerista de Estados Unidos está llevando al mundo a reagruparse de manera diferente. Y es lógico que así sea. Luego de este paroxismo[2] bélico el ordenamiento mundial no podrá ser el mismo. Es muy probable que entremos dentro de un plazo mediato a la tripolaridad global en el que la Unión Europea y la República Popular China asuman su responsabilidad para evitar que vivamos en un mundo donde, como ahora, Estados Unidos considera que la guerra es la única solución a las contradicciones.
[1] Contienda, riña.
[2] Exaltación extrema de los sentimientos y pasiones.