La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas.
Las armas tienen miedo a la falta de guerras.
Es el tiempo del miedo. Eduardo Galeano.
Eduardo Galeano ironiza sobre la "democracia" institucional
Los últimos sucesos en Guatemala, Perú y Honduras restan credibilidad a la democracia liberal y refuerzan la popularidad de Chávez. Millones de pobres e indígenas constatan que el liberalismo no les ofrece justicia.
La imagen hondureña de un batallón evitando unos comicios a balazos no resulta digerible.
El argumento del Ejército y de la policía da la razón a caudillos como el venezolano
La víctima de un asesinato vuelve de la muerte para culpar al presidente de su país. Un grupo de militares armados saca a otro presidente de su cama y lo mete en un avión en pijama. Las fuerzas del orden se enfrentan a un grupo de campesinos pobres y matan a decenas de ellos. No, esto no es la película de James Bond contra un temible dictador aliado del terrorismo. Es sólo la actualidad política de América Latina.
El primer caso se registró en mayo, cuando un vídeo del abogado Rodrigo Rosenberg acusó desde la tumba al presidente de Guatemala Álvaro Colom y a su entorno de haber planeado su asesinato. Semanas después, en la localidad peruana de Bagua, las protestas de los indígenas contra la aprobación de leyes que permitían privatizar sus tierras se saldó con una decena de muertos, según el Gobierno -los líderes indígenas cuentan más de 30-, y la renuncia del ministro del Interior. Y a comienzos de julio, en Honduras, los enfrentamientos entre las fuerzas antidisturbios y los seguidores del depuesto presidente Manuel Zelaya se cobraron la vida de un joven manifestante.
Las consecuencias políticas y judiciales de estos casos están por determinar. Pero en términos de opinión pública, marcan un giro crucial en el discurso político de la región. Durante años, las mayores alarmas de la gobernabilidad democrática en América Latina habían saltado en Venezuela, Bolivia y Ecuador, contra cuyos gobernantes se suceden periódicamente denuncias por manipulación de instituciones judiciales, legislativas, ejecutivas e incluso electorales. Y sin embargo, en los tres casos señalados, son esas instituciones las involucradas. Es la democracia la que ha abierto fuego contra la población civil.
Sin duda, el caso de Guatemala tiene matices distintos. En su vídeo póstumo, Rosenberg no acusa de su muerte a la institución del poder ejecutivo sino al presidente, y el caso aún está en investigación. Pero aún así, la autoridad de un cadáver para señalar a su ejecutor tiene una potencia mediática descomunal. Ninguna sentencia judicial podrá borrar el mensaje que ha transmitido el abogado desde las pantallas de televisión o Internet: el poder se ejerce a balazos. Sea quien sea el asesino de Rosenberg, el sistema político ha perdido ante la población -si aún lo tenía- el crédito de la transparencia y el imperio de la ley. Para muchos guatemaltecos, el sistema democrático no sirve para combatir a las mafias, sólo para darles puestos públicos.
Por su parte, el caso de Bagua pone de relieve las limitaciones de una democracia para garantizar justicia. La mayoría de las constituciones vigentes en la región garantizan la propiedad privada y remiten a los tribunales en caso de conflicto. Ahora bien, uno de los conflictos sociales más delicados es el que enfrenta a las comunidades nativas con las grandes empresas que desean explotar los recursos naturales de sus tierras. Con el actual ordenamiento jurídico, cuando una empresa daña el medio ambiente o incumple la legislación laboral tiene muchas posibilidades de salir impune por una razón muy sencilla: los costes del proceso legal. Incluso un poder judicial confiable -lo que no siempre está disponible- enfrentará al estudio de abogados de una multinacional contra los delegados de un caserío de campesinos sin luz eléctrica. El litigio puede extenderse durante años, y si hay apelaciones, se resolverán en tribunales de la capital, a días de camino de las comunidades campesinas. El resultado no suele tener mucho misterio. Una institucionalidad impecable deja en indefensión legal a millones de personas.
Esta paradoja explica la popularidad de Evo Morales y Hugo Chávez entre los sectores más pobres de muchos países. Para sus detractores, los proyectos constitucionales que estos gobernantes impulsan sólo son un camino hacia su reelección indefinida. Pero sus defensores los consideran herramientas imprescindibles para la protección legal de los sectores más indefensos de la población. Sus textos establecen nuevos modelos de propiedad pública, refuerzan el papel del Estado ante los operadores económicos privados y defienden el derecho de los indígenas a decidir sobre sus tierras. Por contraste, los enfrentamientos de Bagua declaran que en un Estado democrático los campesinos tienen que morir y matar para defender ese derecho.
Pero si un caso ha dotado de legitimidad al discurso caudillista latinoamericano, ha sido el de Honduras. El nuevo gobernante, Roberto Micheletti, se ha esmerado en calificar su toma de mando como una "sucesión constitucional", basado en una sentencia del poder judicial contra el presidente electo, Manuel Zelaya. El motivo de esa sentencia fue la convocatoria de un referéndum. En efecto, el encaje constitucional de ese referéndum era bastante dudoso. Pero la imagen de un batallón evitando unos comicios a balazos no resulta mucho más digerible.
Al expulsar al presidente electo, las instituciones ponen en cuestión la definición misma de la democracia: el gobierno del pueblo, el sistema en que los ciudadanos pueden participar en las decisiones que les afectan, algunas de ellas tan elementales como quién es su presidente.
Si Micheletti temía que Hugo Chávez ganase poder en Honduras, puede estar tranquilo. Gracias a él, Chávez ha ganado legitimidad en toda la región. El presidente venezolano fue el primero en imponer sanciones económicas a Honduras, y ha exigido una actitud más resuelta de los tibios Estados Unidos, con lo cual ha invertido los papeles habituales. Como si fuera poco, sus advertencias de asesinatos y conjuras, que hasta junio se podían descartar como paranoias, se han vuelto realidad. Nadie podría haberle hecho un favor tan grande y tan bolivariano como el de Micheletti.
El discurso de Chávez es el principal beneficiario de los hechos de Guatemala, Perú y Honduras porque todos ellos restan credibilidad a las instituciones democráticas. El sistema de equilibrio de poderes y sufragio universal es deseable porque permite que los cambios sociales se realicen sin sangre. Por eso, cuando necesita derramar sangre para defenderse es señal de que algo funciona muy mal. La aplastante victoria del PRI en los últimos comicios mexicanos parece confirmar el agotamiento ciudadano ante las promesas incumplidas de un sistema que a comienzos de los noventa se presentó como la vía directa al desarrollo y la prosperidad.
En su acta de nacimiento de la Revolución Francesa, la democracia nació con un lema triple: "Libertad, Igualdad, Fraternidad". La fraternidad ya era demasiado pedir, pero el conflicto entre la libertad y la igualdad, entre liberalismo y socialismo, definió el siglo XX, y sigue dividiendo hoy a la región con la mayor desigualdad social del planeta. El proyecto político de Hugo Chávez es crear un sistema igualitario aun a costa de las instituciones que garantizan las libertades individuales. En cambio, el proyecto político liberal se ha concentrado en garantizar las libertades individuales -crucialmente, la propiedad privada- incluso a costa de la igualdad social.
Ambos valores podrían conciliarse, entre otras cosas, con reformas fiscales que distribuyesen más equitativamente la riqueza. No es imposible. Lo ha hecho Lula en Brasil, donde la clase media aumenta sin comprometer el crecimiento económico, equilibrando estabilidad institucional con justicia social. Sin embargo, en los países andinos y centroamericanos, los defensores de la democracia no han defendido justo esa parte de la democracia. Para masas de ciudadanos pobres, tengan razón o no, el proyecto de Chávez cristaliza una serie de aspiraciones concretas que las instituciones democráticas les niegan.
Quienes creemos que la democracia liberal es el sistema de gobierno más eficaz, tenemos que incorporar a esas masas en el proyecto de Estado que defendemos. Para retirarlas de la órbita de los caudillos, hace falta demostrarles que la democracia puede ofrecer justicia social, es decir, derechos básicos y una distribución más justa de la riqueza. Tendremos que demostrarles que pueden vivir mejor en una democracia liberal que con un caudillo socialista. Pero si nuestro argumento para ello son las fuerzas antidisturbios, todo lo que hagamos sólo servirá para darle la razón a esos caudillos. Al fin y al cabo, si eso es lo mejor que se nos ocurre, tampoco hace falta dispararle a nadie más: podemos dar esta batalla por perdida desde el principio.
Santiago Roncagliolo es escritor peruano.
Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas.
Las armas tienen miedo a la falta de guerras.
Es el tiempo del miedo. Eduardo Galeano.
Eduardo Galeano ironiza sobre la "democracia" institucional
Los últimos sucesos en Guatemala, Perú y Honduras restan credibilidad a la democracia liberal y refuerzan la popularidad de Chávez. Millones de pobres e indígenas constatan que el liberalismo no les ofrece justicia.
La imagen hondureña de un batallón evitando unos comicios a balazos no resulta digerible.
El argumento del Ejército y de la policía da la razón a caudillos como el venezolano
La víctima de un asesinato vuelve de la muerte para culpar al presidente de su país. Un grupo de militares armados saca a otro presidente de su cama y lo mete en un avión en pijama. Las fuerzas del orden se enfrentan a un grupo de campesinos pobres y matan a decenas de ellos. No, esto no es la película de James Bond contra un temible dictador aliado del terrorismo. Es sólo la actualidad política de América Latina.
El primer caso se registró en mayo, cuando un vídeo del abogado Rodrigo Rosenberg acusó desde la tumba al presidente de Guatemala Álvaro Colom y a su entorno de haber planeado su asesinato. Semanas después, en la localidad peruana de Bagua, las protestas de los indígenas contra la aprobación de leyes que permitían privatizar sus tierras se saldó con una decena de muertos, según el Gobierno -los líderes indígenas cuentan más de 30-, y la renuncia del ministro del Interior. Y a comienzos de julio, en Honduras, los enfrentamientos entre las fuerzas antidisturbios y los seguidores del depuesto presidente Manuel Zelaya se cobraron la vida de un joven manifestante.
Las consecuencias políticas y judiciales de estos casos están por determinar. Pero en términos de opinión pública, marcan un giro crucial en el discurso político de la región. Durante años, las mayores alarmas de la gobernabilidad democrática en América Latina habían saltado en Venezuela, Bolivia y Ecuador, contra cuyos gobernantes se suceden periódicamente denuncias por manipulación de instituciones judiciales, legislativas, ejecutivas e incluso electorales. Y sin embargo, en los tres casos señalados, son esas instituciones las involucradas. Es la democracia la que ha abierto fuego contra la población civil.
Sin duda, el caso de Guatemala tiene matices distintos. En su vídeo póstumo, Rosenberg no acusa de su muerte a la institución del poder ejecutivo sino al presidente, y el caso aún está en investigación. Pero aún así, la autoridad de un cadáver para señalar a su ejecutor tiene una potencia mediática descomunal. Ninguna sentencia judicial podrá borrar el mensaje que ha transmitido el abogado desde las pantallas de televisión o Internet: el poder se ejerce a balazos. Sea quien sea el asesino de Rosenberg, el sistema político ha perdido ante la población -si aún lo tenía- el crédito de la transparencia y el imperio de la ley. Para muchos guatemaltecos, el sistema democrático no sirve para combatir a las mafias, sólo para darles puestos públicos.
Por su parte, el caso de Bagua pone de relieve las limitaciones de una democracia para garantizar justicia. La mayoría de las constituciones vigentes en la región garantizan la propiedad privada y remiten a los tribunales en caso de conflicto. Ahora bien, uno de los conflictos sociales más delicados es el que enfrenta a las comunidades nativas con las grandes empresas que desean explotar los recursos naturales de sus tierras. Con el actual ordenamiento jurídico, cuando una empresa daña el medio ambiente o incumple la legislación laboral tiene muchas posibilidades de salir impune por una razón muy sencilla: los costes del proceso legal. Incluso un poder judicial confiable -lo que no siempre está disponible- enfrentará al estudio de abogados de una multinacional contra los delegados de un caserío de campesinos sin luz eléctrica. El litigio puede extenderse durante años, y si hay apelaciones, se resolverán en tribunales de la capital, a días de camino de las comunidades campesinas. El resultado no suele tener mucho misterio. Una institucionalidad impecable deja en indefensión legal a millones de personas.
Esta paradoja explica la popularidad de Evo Morales y Hugo Chávez entre los sectores más pobres de muchos países. Para sus detractores, los proyectos constitucionales que estos gobernantes impulsan sólo son un camino hacia su reelección indefinida. Pero sus defensores los consideran herramientas imprescindibles para la protección legal de los sectores más indefensos de la población. Sus textos establecen nuevos modelos de propiedad pública, refuerzan el papel del Estado ante los operadores económicos privados y defienden el derecho de los indígenas a decidir sobre sus tierras. Por contraste, los enfrentamientos de Bagua declaran que en un Estado democrático los campesinos tienen que morir y matar para defender ese derecho.
Pero si un caso ha dotado de legitimidad al discurso caudillista latinoamericano, ha sido el de Honduras. El nuevo gobernante, Roberto Micheletti, se ha esmerado en calificar su toma de mando como una "sucesión constitucional", basado en una sentencia del poder judicial contra el presidente electo, Manuel Zelaya. El motivo de esa sentencia fue la convocatoria de un referéndum. En efecto, el encaje constitucional de ese referéndum era bastante dudoso. Pero la imagen de un batallón evitando unos comicios a balazos no resulta mucho más digerible.
Al expulsar al presidente electo, las instituciones ponen en cuestión la definición misma de la democracia: el gobierno del pueblo, el sistema en que los ciudadanos pueden participar en las decisiones que les afectan, algunas de ellas tan elementales como quién es su presidente.
Si Micheletti temía que Hugo Chávez ganase poder en Honduras, puede estar tranquilo. Gracias a él, Chávez ha ganado legitimidad en toda la región. El presidente venezolano fue el primero en imponer sanciones económicas a Honduras, y ha exigido una actitud más resuelta de los tibios Estados Unidos, con lo cual ha invertido los papeles habituales. Como si fuera poco, sus advertencias de asesinatos y conjuras, que hasta junio se podían descartar como paranoias, se han vuelto realidad. Nadie podría haberle hecho un favor tan grande y tan bolivariano como el de Micheletti.
El discurso de Chávez es el principal beneficiario de los hechos de Guatemala, Perú y Honduras porque todos ellos restan credibilidad a las instituciones democráticas. El sistema de equilibrio de poderes y sufragio universal es deseable porque permite que los cambios sociales se realicen sin sangre. Por eso, cuando necesita derramar sangre para defenderse es señal de que algo funciona muy mal. La aplastante victoria del PRI en los últimos comicios mexicanos parece confirmar el agotamiento ciudadano ante las promesas incumplidas de un sistema que a comienzos de los noventa se presentó como la vía directa al desarrollo y la prosperidad.
En su acta de nacimiento de la Revolución Francesa, la democracia nació con un lema triple: "Libertad, Igualdad, Fraternidad". La fraternidad ya era demasiado pedir, pero el conflicto entre la libertad y la igualdad, entre liberalismo y socialismo, definió el siglo XX, y sigue dividiendo hoy a la región con la mayor desigualdad social del planeta. El proyecto político de Hugo Chávez es crear un sistema igualitario aun a costa de las instituciones que garantizan las libertades individuales. En cambio, el proyecto político liberal se ha concentrado en garantizar las libertades individuales -crucialmente, la propiedad privada- incluso a costa de la igualdad social.
Ambos valores podrían conciliarse, entre otras cosas, con reformas fiscales que distribuyesen más equitativamente la riqueza. No es imposible. Lo ha hecho Lula en Brasil, donde la clase media aumenta sin comprometer el crecimiento económico, equilibrando estabilidad institucional con justicia social. Sin embargo, en los países andinos y centroamericanos, los defensores de la democracia no han defendido justo esa parte de la democracia. Para masas de ciudadanos pobres, tengan razón o no, el proyecto de Chávez cristaliza una serie de aspiraciones concretas que las instituciones democráticas les niegan.
Quienes creemos que la democracia liberal es el sistema de gobierno más eficaz, tenemos que incorporar a esas masas en el proyecto de Estado que defendemos. Para retirarlas de la órbita de los caudillos, hace falta demostrarles que la democracia puede ofrecer justicia social, es decir, derechos básicos y una distribución más justa de la riqueza. Tendremos que demostrarles que pueden vivir mejor en una democracia liberal que con un caudillo socialista. Pero si nuestro argumento para ello son las fuerzas antidisturbios, todo lo que hagamos sólo servirá para darle la razón a esos caudillos. Al fin y al cabo, si eso es lo mejor que se nos ocurre, tampoco hace falta dispararle a nadie más: podemos dar esta batalla por perdida desde el principio.
Santiago Roncagliolo es escritor peruano.
23 comentarios:
Como siempre, estimado amigo, coincido contigo en lo esencial de tu analisis (dejando a salvo pequeños matices sin importancia).
Muy buen post.
Un abrazo...!
en Chile uno de los problemas es la DESIGUAL distribución del ingreso... y eso es una bomba de tiempo social
Y claro muchos gobiernan con el miedo.... principalmente los de derecha
saludos!
VH
Muy buen artículo, Roy.
Tanto en este artículo como en el anterior Roy he aprendido un montón.
Yo de todas formas, no sé qué piensas tú al respecto, le temo más a la financiera especulativa del estado en donde los políticos son sólo maestros de ceremonia, pero me da que no se enteran de nada esencial, sino que tienen un papel estipulado; si se pasan... adiós.
Y creo que este sistema especulativo que empezó por el siglo 18 con la revolución industrial, puede que esté dando los últimos coletazos. Quizás empecemos ya con una economía basada más en lo real que en lo especulativo, imaginario e irreal. (El bluf que ha ido causando semejante agujero negro...)Ojalá ¿Sí?
No sé...
Abrazos
Jaja, Eduardo Galeano!
Me acuerdo cuando nos hacían empujado el best seller de este señor en Estudios Generales.
Y nunca, pero ni por vara, se atrevieron a mostrarnos la contraparte.
Ojalá haya cambiado alguito la UCR, tal vez con las nuevas generaciones, los Jerrys, no sé.
Bueno, por lo menos me dieron el título!
Cornelivs:
Gracias amigo, aunque siempre me ha intrigado cuáles son esos pequeños matices que mencionas ja, me gustaría saberlos.
Saludos
Víctor Hugo:
Ese abismo entre ricos y pobres trae muchos problemas a las naciones, aunque muchos dicen que la distribución de la riqueza no es un elemento importante a la hora de analizar las riquezas de las naciones y sus desigualdades.
Bueno creo que es un gran error no tomarlos en cuenta.
Saludos
Jerry Espinoza:
Si está muy bueno y muy analítico.
Saludos
Miguel Schweiz:
Eso que comentas es lo que Juan Pablo llamo el capitalismo salvaje y claro es demasiado peligroso y además, puede llevar a naciones completas a la quiebra.
Y es que estas crisis sistémicas, es la primera vez que en la historia moderna de la humanidad, se dan tres crisis juntas, financiera, alimentaria y energética y creo que la alimentaria en mi humilde opinión es la más peligrosa.
Saludos
Blas Femia:
Ahora tienes la oportunidad de leer la otra versión de los temas. Galeano es muy bueno y tuviste la oportunidad de leerlo, así que podes hacer una crítica muy acertada, ya que conoces su obra.
Además creo que no te dieron el título, espero que te lo ganaras.
Saludos
Aprendo cuando te leo Aprendo cuando te miro... Aprendo en mi aprender a diario en tu blog que es diferente al mío...
besos van para vos
Sensacional siempre
Ojalá existiera una fórmula de resolución de conflictos, estándar, que se aplique y listo. Si bien las negociaciones, tratados y convenciones protegen los derechos de muchos, tambíen es cierto que se violentan los de otros.
Valorar el sistema de vida que tenemos en CR es esencial al hacer comparación en la región y más alla. Siempre tenés excelentes fundamentos para tus post.
Capricornio:
Como bien lo dices no hay formas mágicas para la resolución de conflictos y estos muchas veces sabemos como empiezan, pero no se puede saber como van a terminar.
Y tienes toda la razón, debemos valorar nuestro entorno inmediato, Centroamérica, para valorar lo que tenemos.
Saludos
RECOMENZAR:
Los dos aprendemos y nos retroalimentamos, uno en el tuyo que es bien pícaro y diferente y a veces muy refrescante.
Saludos
Me aterran esos caudillos.
Me recuerdan aunque desde el otro extremo político al que aterrorizó España durante cuarenta años.
Ojalá que esos pueblos se libren de esa peste.
Saludos.
Que buen post sobre la realidad latinoamericana actual. El hecho que haya sociedades en América Latina que concentren de 50% a 70% de pobreza y con pocas élites arriba que se pasean en el jet set internacional. Hace la aparición de Chaves y desde luego la de otros modelos más inclusivos socialmente y paradójicamente lo hacen en los países más pobres del continente como Nicaragua, Bolivia y Honduras. Y donde el enfrentamiento entre los indígenas y los ëspañoles¨ha sido más cruento como el caso del país andino. El problema no es Chaves como siguen diciendo las elites latinoamericanas sino el hambre, la falta de educación , agua y salud y electricidad para el pueblo.
TORO SALVAJE:
Creo que los caudillos no aterran, pero si los populistas, y cualquier extremo no es bueno.
Saludos
Fede:
Esta última frase tuya: El problema no es Chaves como siguen diciendo las elites latinoamericanas sino el hambre, la falta de educación, agua y salud y electricidad para el pueblo.
Resume muy bien lo que vive América Latina, es definitivo, mientras a los pueblos, los tengas con hambre, excluidos, y con sociedades rígidas que no permiten la movilidad social, siempre habrá terreno fértil para las guerras y el hambre lastimosamente.
Los pueblos con hambre, sin trabajo, sin oportunidades de servicios básicos para vivir dignamente, no les interés un Chaves o un Evo Morales, les interesa vivir dignamente y la democracia liberal, les debe demasiado a nuestros pueblos.
Saludos
Bueno, eso sí, sacar el bendito título cuesta montones!
Recuerdo de Galeano cómo narraba con detalles el drama del cerro Potosí. De acuerdo a su análisis, Bolivia sería hoy uno de los países más ricos del mundo.
Lo que no recuerdo es que nunca haya propuesto cómo iba a convertir Bolivia esa materia prima en riqueza. Hay muchos países ricos en recursos pero con sus pueblos proporcionalmente pobres.
Blas Femia:
Muchos escritores ponen en la palestra las noticias o análisis de una situación específica y le queda a los que detentan el poder en sus naciones, llevar a cabo todo aquello que es necesario para sacar a sus naciones de la pobreza o de la ignorancia.
No podemos pretender que Galeano, en mi humilde opinión, también deba decir como se debe encausar desde el punto de vista económico, empresarial, esas riquezas, que ahí están en esas ricas tierras sureñas.
Saludos
Ese es el problema, Roy.
Criticar esto o lo otro no cuesta nada. Lo difícil es proponer.
Ese es el vacío que siento en los escritos de Galeano, que no hay propuesta, sólo queja.
No obstante, le cuento que me gusta este blog, siento que usted es una persona conciliadora, no el típico "peleón" bloguero. Siga expresando sus ideas, que sin duda son valiosas.
Saludos.
Blas Femia:
Me alegra que te agrade el blog, acá eres bienvenido. Te digo Galeano e gusta como escribe, y como vos mismo dices es escritor, así que creo que no le veo que no proponga.
A mí me gusta leerlo y compartirlo con los que me visitan, claro escojo muy bien lo que deseo que lean o oigan que vaya de acorde con el post.
Para eso estamos para crear puentes y no para derrumbarlos, me alegra mucho que en verdad te guste el blog, intento ser lo más conciliador posible, ya que para que discutir por el simple hecho de discutir.
Es mejor proponer y que los amigos que me visitan, decidan si están de acuerdo o no, eso es lo que se pretende.
Saludos
No importa si crees en el capitalismo, o si crees en el socialismo, cuando son instrumento de locos como Chávez o Bush!
No le veo la Razón a ninguno de los dos, ni a muchos otros!
En fin. El papel resite lo que le pongan... el nombre, muchas veces no pasa, de eso, ser un nombre un título, una ideología...bla bla bla.
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