Con su aspecto de profeta bíblico y la mirada perdida en el futuro, Uri Avnery había llegado a tiempo de ser parte viva de la historia del Estado de Israel. A su muerte en la madrugada del lunes, víctima de una embolia cerebral en un hospital de Tel Aviv, el reportero y político pacifista, emblema de la izquierda israelí más inconformista, ha legado un periplo vital de 94 años en el que siempre intentó llevarle la contraria al destino.
Autor célebre y prestigioso editorialista de prensa con menos de 30 años, Avnery se había caído del caballo del nacionalismo judío tras ser desmovilizado. Enarbolando las banderas del periodismo de investigación, la coexistencia con los árabes israelíes (una quinta parte de la población) y la creación de un Estado palestino rompió tabúes durante 40 años desde la dirección del semanario Haolam Haze (Este Mundo). El lema de la iconoclasta revista que lideró hasta 1990 fue: “Sin miedo, sin prejuicios”. El Shin Bet, el servicio de seguridad interior de Israel, le calificó de “enemigo público número uno”. Nunca le faltaron detractores. La redacción del semanario sufrió varios atentados con bombas incendiarias y explosivos.
Cuando una legislación que amenazaba con amordazar a la prensa se abría paso en la Kneset (Parlamento), saltó a la arena política entre 1965 y 1979 para fundar dos partidos de la izquierda radical, con los que obtuvo acta de diputado durante tres legislaturas. Defendió la libertad religiosa en el Estado judío, y los derechos de los homosexuales, obligados entonces a ocultar su identidad. Abogó por una Constitución formal para Israel. Al hilo de los Acuerdos de Paz de Oslo, creó en 1993 el Bloque por la Paz, donde trató de agrupar en un mismo frente político los partidarios del fin de la ocupación de los territorios palestinos.
En el libro de memorias Optimista, publicado en hebreo hace cuatro años, un nonagenario Avnery reconocía que algunas de sus ideas políticas, como la creación de un Estado palestino, habían sido rechazadas en la práctica, aunque acabaron alcanzando un alto consenso en la sociedad. Ni su revista logró alcanzar una gran circulación ni los partidos que apadrinó tuvieron peso parlamentario real, puntualiza el analista de Haaretz Anshel Pfeffer, pero su temprana defensa de la solución de los dos Estados y su magisterio sobre generaciones de reporteros “sentaron las bases del disenso político” y “un periodismo crítico” en Israel.
Nadie niega ahora, empero, el gran éxito profesional que obtuvo al convertirse en el primer periodista judío que entrevistó al líder histórico palestino Yasir Arafat. En julio de 1982, el dirigente de la Organización para la Liberación de Palestina se encontraba asediado en Beirut por el Ejército israelí y las falanges cristianas libanesas. Avnery se las arregló para atravesar sus propias filas antes de poder conversar durante cerca de dos horas con Arafat.
Muchos le han recordado a su hora final. El presidente de Israel, Reuven Rivlin, rindió homenaje a su “lucha por la libertad de expresión”. La líder de la oposición, Tzipi Livni, alabó su defensa de la paz, “antes incluso de que formara parte del discurso público”. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, guardó silencio sobre su fallecimiento.
Los archivos del combativo periodista y político radical han sido legados a la Biblioteca Nacional. El resto de los bienes serán heredados por organizaciones de la izquierda pacifista. Uri Avnery, el último gran inconformista del Estado de Israel, no deja hijos en un país que ensalza la natalidad. Antes de morir pidió que su cuerpo fuera incinerado, una práctica funeraria prohibida por el judaísmo.
Ante el ascenso de Hitler al poder, Helmut Ostermann tuvo que abandonar su Alemania natal con apenas diez años para desembarcar en la Palestina bajo mandato británico. Era el benjamín de una familia burguesa renana que pronto cambió sus nombres y apellidos originales por otros de inequívoca ascendencia hebrea. Adolescente aún, se alistó en el Irgún, la guerrilla clandestina judía que atentaba tanto contra el Ejército colonial como contra la población árabe. “Yo solo distribuía panfletos, pero les apoyaba. El Irgún colocó bombas en mercados de Jaffa y Haifa que mataron a decenas de mujeres y niños”, recordaba Avnery en la entrevista que concedió al diario Haaretz al cumplir 90 años.
Estaba destinado a militar en el revisionismo sionista, el germen de la derecha israelí enfrentada al laborismo que gobernó el Estado hebreo durante sus tres primeras décadas. Combatió y cayó gravemente herido en la llamada Guerra de la Independencia o Primera Guerra árabe-israelí (1948-1949) con los Zorros de Sansón, un batallón de comandos que operaba en territorio enemigo.
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