Avigdor Lieberman, en febrero pasado en Jerusalén: Lieberman aspira a convertirse en el hombre clave del Gobierno de Netanyahu
"Ciudadanos, ciudadanos de segunda, ciudadanos de tercera y árabes", arrancaba el actor que encarna a Avigdor Lieberman en el programa satírico Eretz Nehederet (Un país maravilloso). Es una de las señas de identidad de este líder político (Chisinau, Moldavia, 1958): su aversión por los palestinos, en especial por los que tienen la ciudadanía israelí. En su opinión, una quinta columna. Un millón y medio de habitantes a los que exige fidelidad a la condición judía del Estado de Israel. "Sin lealtad, no hay ciudadanía", rezaba el lema de su campaña.
Furiosos residentes del mayor pueblo árabe en Israel se enfrentan a la policía tras una marcha de ultranacionalistas judíos. Michael Ben Ari, un legislador del partido de extrema derecha Unión Nacional y que participó en la marcha, ha dicho que la manifestación se había convocado como una forma de reafirmar la soberanía ante los árabes-israelíes, quienes se muestran leales a los acosados palestinos
Este hijo de un veterano del Ejército soviético será -salvo vuelcos nunca inverosímiles en la política israelí- el jefe de la diplomacia. En todo caso, un pilar del próximo Gobierno de Benjamín Netanyahu. ¿Será agasajado en el exterior este líder autoritario, alérgico al control judicial de las decisiones del Ejecutivo, partidario de "bombardear la presa de Asuán [Egipto]" y capaz de mandar al infierno a Hosni Mubarak, presidente de un país que firmó la paz con Israel? Consultado un avezado diplomático israelí, menea la cabeza. Sin decir palabra.
Avigdor Lieberman - Schiffsbruch
Lieberman emigró a Israel en 1978, tras trabajar como portero de discoteca en su país natal y estudiar agricultura, y al poco tiempo de aterrizar se afilió al Kach, la formación racista ilegalizada en 1988 cuya consigna fue: "El poder para ocuparnos de ellos". Ellos son, cómo no, los árabes. Pronto abandonó este grupo, incluido por Israel en la lista de organizaciones terroristas, pero cuyos antiguos cabecillas campan a sus anchas en las colonias de Hebrón, cerca de donde reside Lieberman, en el asentamiento de Nokdim. De aquellos tiempos recuerda Isaac Brudny, profesor de origen ruso de la Universidad Hebrea de Jerusalén, los primeros escarceos políticos del jefe de Yisrael Beiteinu, el partido que fundó en 1999.
"Corría el año 1980", afirma Brudny, "cuando ingresó en las juventudes del Likud y comenzó a estudiar Relaciones Internacionales, el paso para ingresar en la carrera diplomática. En aquellos tiempos nació su repulsión por los árabes. Era una época en la que había peleas entre los estudiantes judíos y musulmanes. Los árabes imitaban el acto de cagar encima de una bandera israelí". Hoy es impensable semejante ofensa, pero Lieberman no lo olvida. "Lieberman entiende a los árabes" fue otro de sus eslóganes de campaña electoral este año.
Ultraliberal en materia económica, no puede decirse que dé bandazos a la hora de explicar su programa político, aderezado con invectivas de la siguiente guisa: "A los presos palestinos hay que tirarlos al mar Muerto"; "debería emplearse el arma atómica en Gaza". Tampoco que carezca de carisma. "Es el único líder en activo que atrae votos por su personalidad, no por el partido al que pertenece", explica Brudny. Abundan quienes le consideran un serio peligro para la democracia.
Una camiseta de moda entre los soldados israelíes: "Un tiro, dos muertos".
"Aunque algunos miembros del campo nacionalista son peores que Lieberman, él es el más peligroso porque es un líder natural en la calle", ha escrito el prestigioso profesor Zeev Sternhell. Varias veces ministro, abandonó el Gobierno de Ehud Olmert en enero de 2008, nada más iniciarse la negociación con el presidente palestino, Mahmud Abbas, después de la conferencia de Annapolis, en EE UU. Es de los que hablan de un Estado palestino que exigiría un intercambio de tierras y vaciar al Estado judío de árabes.
"Don't do it" ("No lo hagan"), en enormes mayúsculas, advertían los anuncios en varios medios israelíes dirigidos a Tzipi Livni (la candidata del centrista Kadima) y Netanyahu días después de los comicios del 10 de febrero. Lo firmaban académicos y una pléyade de amigos de Israel. Apremiaban a eludir a toda costa la inclusión de Lieberman en el Ejecutivo y equiparaban al dirigente con líderes de la calaña del francés Jean-Marie Le Pen. No prosperó la iniciativa. Sus 15 diputados son cruciales en cualquier coalición.
Si Livni se mantiene en la oposición, como ha prometido, no hay alianza posible sin Lieberman, acosado también por investigaciones sobre prácticas corruptas. Incluso la mitad de los 13 parlamentarios laboristas están dispuestos a sumarse al Gabinete.
Casado con una mujer muy practicante, el político que acapara el voto de los más de un millón de inmigrantes rusos es el polo opuesto. Laico hasta la médula, abandera la iniciativa legislativa para implantar el matrimonio civil y facilitar las conversiones al judaísmo, asuntos que monopoliza el fundamentalista rabinato oficial. Todo sea en beneficio de su parroquia rusohablante. "Adora", dice Brudny, "comer cerdo y marisco, alimentos prohibidos por la dieta kosher, y se queja de que no puede saborear en casa sus platos favoritos". Sternhell, que se autocalifica de "supersionista", opina: "El laicismo no es un valor filosófico en su doctrina, sino un medio para resolver los problemas de sus votantes. Cuando sean resueltos, el colono Lieberman se unirá a los nacionalistas religiosos del modo más natural".
Netanyahu consiguió ya el respaldo de los extremistas. Ayer el líder del Likud pactó con los ultraortodoxos sefardíes originarios de países árabes o musulmanes, y días antes lo hizo con el partido Yisrael Beiteinu, liderado por el derechista Avigdor Liebermann, el ultra israelí que será hombre clave del nuevo Gobierno como responsable de Exteriores.
La amalgama de la coalición -grupos con intereses tan dispares como los derechistas ultraortodoxos del Shas o Yisrael Beiteinu - presagia que el Ejecutivo sufrirá del mal de la inestabilidad, una constante en las dos últimas décadas en Israel. Precisamente lo que desea la presidenta de Kadima, Tzipi Livni, que promete mantenerse en la oposición con la esperanza de ver el desplome del Gobierno encabezado por el Likud.
Créditos: El País.
"Ciudadanos, ciudadanos de segunda, ciudadanos de tercera y árabes", arrancaba el actor que encarna a Avigdor Lieberman en el programa satírico Eretz Nehederet (Un país maravilloso). Es una de las señas de identidad de este líder político (Chisinau, Moldavia, 1958): su aversión por los palestinos, en especial por los que tienen la ciudadanía israelí. En su opinión, una quinta columna. Un millón y medio de habitantes a los que exige fidelidad a la condición judía del Estado de Israel. "Sin lealtad, no hay ciudadanía", rezaba el lema de su campaña.
Furiosos residentes del mayor pueblo árabe en Israel se enfrentan a la policía tras una marcha de ultranacionalistas judíos. Michael Ben Ari, un legislador del partido de extrema derecha Unión Nacional y que participó en la marcha, ha dicho que la manifestación se había convocado como una forma de reafirmar la soberanía ante los árabes-israelíes, quienes se muestran leales a los acosados palestinos
Este hijo de un veterano del Ejército soviético será -salvo vuelcos nunca inverosímiles en la política israelí- el jefe de la diplomacia. En todo caso, un pilar del próximo Gobierno de Benjamín Netanyahu. ¿Será agasajado en el exterior este líder autoritario, alérgico al control judicial de las decisiones del Ejecutivo, partidario de "bombardear la presa de Asuán [Egipto]" y capaz de mandar al infierno a Hosni Mubarak, presidente de un país que firmó la paz con Israel? Consultado un avezado diplomático israelí, menea la cabeza. Sin decir palabra.
Avigdor Lieberman - Schiffsbruch
Lieberman emigró a Israel en 1978, tras trabajar como portero de discoteca en su país natal y estudiar agricultura, y al poco tiempo de aterrizar se afilió al Kach, la formación racista ilegalizada en 1988 cuya consigna fue: "El poder para ocuparnos de ellos". Ellos son, cómo no, los árabes. Pronto abandonó este grupo, incluido por Israel en la lista de organizaciones terroristas, pero cuyos antiguos cabecillas campan a sus anchas en las colonias de Hebrón, cerca de donde reside Lieberman, en el asentamiento de Nokdim. De aquellos tiempos recuerda Isaac Brudny, profesor de origen ruso de la Universidad Hebrea de Jerusalén, los primeros escarceos políticos del jefe de Yisrael Beiteinu, el partido que fundó en 1999.
"Corría el año 1980", afirma Brudny, "cuando ingresó en las juventudes del Likud y comenzó a estudiar Relaciones Internacionales, el paso para ingresar en la carrera diplomática. En aquellos tiempos nació su repulsión por los árabes. Era una época en la que había peleas entre los estudiantes judíos y musulmanes. Los árabes imitaban el acto de cagar encima de una bandera israelí". Hoy es impensable semejante ofensa, pero Lieberman no lo olvida. "Lieberman entiende a los árabes" fue otro de sus eslóganes de campaña electoral este año.
Ultraliberal en materia económica, no puede decirse que dé bandazos a la hora de explicar su programa político, aderezado con invectivas de la siguiente guisa: "A los presos palestinos hay que tirarlos al mar Muerto"; "debería emplearse el arma atómica en Gaza". Tampoco que carezca de carisma. "Es el único líder en activo que atrae votos por su personalidad, no por el partido al que pertenece", explica Brudny. Abundan quienes le consideran un serio peligro para la democracia.
Una camiseta de moda entre los soldados israelíes: "Un tiro, dos muertos".
"Aunque algunos miembros del campo nacionalista son peores que Lieberman, él es el más peligroso porque es un líder natural en la calle", ha escrito el prestigioso profesor Zeev Sternhell. Varias veces ministro, abandonó el Gobierno de Ehud Olmert en enero de 2008, nada más iniciarse la negociación con el presidente palestino, Mahmud Abbas, después de la conferencia de Annapolis, en EE UU. Es de los que hablan de un Estado palestino que exigiría un intercambio de tierras y vaciar al Estado judío de árabes.
"Don't do it" ("No lo hagan"), en enormes mayúsculas, advertían los anuncios en varios medios israelíes dirigidos a Tzipi Livni (la candidata del centrista Kadima) y Netanyahu días después de los comicios del 10 de febrero. Lo firmaban académicos y una pléyade de amigos de Israel. Apremiaban a eludir a toda costa la inclusión de Lieberman en el Ejecutivo y equiparaban al dirigente con líderes de la calaña del francés Jean-Marie Le Pen. No prosperó la iniciativa. Sus 15 diputados son cruciales en cualquier coalición.
Si Livni se mantiene en la oposición, como ha prometido, no hay alianza posible sin Lieberman, acosado también por investigaciones sobre prácticas corruptas. Incluso la mitad de los 13 parlamentarios laboristas están dispuestos a sumarse al Gabinete.
Casado con una mujer muy practicante, el político que acapara el voto de los más de un millón de inmigrantes rusos es el polo opuesto. Laico hasta la médula, abandera la iniciativa legislativa para implantar el matrimonio civil y facilitar las conversiones al judaísmo, asuntos que monopoliza el fundamentalista rabinato oficial. Todo sea en beneficio de su parroquia rusohablante. "Adora", dice Brudny, "comer cerdo y marisco, alimentos prohibidos por la dieta kosher, y se queja de que no puede saborear en casa sus platos favoritos". Sternhell, que se autocalifica de "supersionista", opina: "El laicismo no es un valor filosófico en su doctrina, sino un medio para resolver los problemas de sus votantes. Cuando sean resueltos, el colono Lieberman se unirá a los nacionalistas religiosos del modo más natural".
Netanyahu consiguió ya el respaldo de los extremistas. Ayer el líder del Likud pactó con los ultraortodoxos sefardíes originarios de países árabes o musulmanes, y días antes lo hizo con el partido Yisrael Beiteinu, liderado por el derechista Avigdor Liebermann, el ultra israelí que será hombre clave del nuevo Gobierno como responsable de Exteriores.
La amalgama de la coalición -grupos con intereses tan dispares como los derechistas ultraortodoxos del Shas o Yisrael Beiteinu - presagia que el Ejecutivo sufrirá del mal de la inestabilidad, una constante en las dos últimas décadas en Israel. Precisamente lo que desea la presidenta de Kadima, Tzipi Livni, que promete mantenerse en la oposición con la esperanza de ver el desplome del Gobierno encabezado por el Likud.
Créditos: El País.
16 comentarios:
El futuro no pinta mejor que el presente o el pasado. Y lo peor es que este conflicto, cada día afecta más al resto del mundo. Con lo que personajes de esta calaña se convierten así en enemigos públicos de toda la humanidad.
Pero nuestros líderes no parecen darse cuenta.
Ya lo harán cuando sea demasiado tarde, como siempre.
Un saludo.
Roy:
Excelente información documentada como siempre.
Es una lástima, que haya que esperar a que las cosas se vayan solucionando, mientras pasa el tiempo las criaturas sufren y mueren.
Un saludo.
Excelente tu post, como siempre, exhaustiva información. Me uno al comentario de Pedro.
Un abrazo.
Es para menear la cabeza..y no decir nada.
Un abrazote
Gizz
Roy ¿Tú crees que es posible? No sé, yo lo veo verde, es que está cambiando completamente la estrategia polítco-económica. En todo el mundo se está manipulando con una crisis para mí inexistente, pero sí de cambio. Una crisis fantasma que se han inventado. O sea que las estrategias tienden a unirse a través de cuentos ¿No será esto parte del fenómeno mundial?
(Una teoría muy personal, claro.) :) ¿Tú qué opinas?
Abrazos
Pedro:
Es recurrente la ida y venida de políticos extremistas en todo el orbe, claro uno son más radicales que otros.
Saludos
María José:
El problema es la falta de voluntad política de ambos lados, ya que unos más que otros, pero al final ambos tienes responsabilidades de la crisis que se vive en oriente medio.
Saludos
Cornelivs:
Gracias por el apoyo.
Saludos
Gizela:
A veces el silencio dice más que mil palabras.
Saludos
Miguel S:
La crisis es muy real en lo económico y político, pero si no hay crisis las cosas se mantienen en el statu quo y cuando vienen las crisis recurrentes eso da esperanzas de cambio.
Saludos
Apreciado Roy:
Así va el mundo a la deriva, los integrismos y los extremos políticos perfilan un siglo XXI muy tormentoso y oscuro. Esperemos que prevalezca pronto la razón.
Un abrazo.
Imposible opinar hoy para mí..cuando todo está tan dificil prefiero callarme......
y tomar mi té en silencio
besos
Poner a Lieberman es que como si Lyndon Johnson en los años 60´s cuando se peleaba contra la discriminación racial y los derechos civiles hubiera puesto de Secretario de Estado a aquel famoso gobernador segregacionista, George Wallace del estado sureño de Alabama. Compleja la política en Israel, su sistema parlamentario que con 12 diputados adquiere esa importancia en el mosaico de partidos que componen el espectro político israelí. Por otro lado la doble moral de Occidente que aceptan los resultados electorales de Israel sin importar la ideología de sus líderes. En cambio a los palestinos no le aceptan la voluntad de su pueblo, me refiero a Hamas electos libremente en las elecciones del 2007.
Hola como andas? esperemos que no pase a mayores con este tipo, que no se mande ninguna cagada y que de una buena vez encontremos el rumbo hacia la paz.
Los extremismos siempre son malos, en todos lados.
Saludos!
Shalom and Salam, que Dios nos agarre confesados, solo eso puedo pedir. Si tiro una moneda al aire cual es la probabilidad de que NO caiga, esa es la respuesta en medio oriente, cualquier cara de la moneda incomoda al resto del mundo, aún a los que "no tenemos vela en el entierro".
Saludos mi buen amigo Roy
Con la mirada atenta...
Y tendremos que pensar que una paz gélida es mejor que la ausencia de paz... sin embargo, ese flujo de egipcios hacia Israel habrá de aumentar. Cuando eso suceda, empezaremos a vislumbrar algo de paz cálida. Mientras ¿son los palestinos turistas obligados en su propio territorio?
... saludos, Roy.
CristalRasgado & LaMiradaAusente
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