El capitalismo moderno ha emulado este sistema de castas. Sus brahmanes son los directivos y consejeros de las grandes corporaciones. Gozan de privilegios y prebendas por doquier: sueldos estratosféricos, planes de incentivos, vacaciones, jet privados y club de campo a costa de la empresa... Y no tienen casi ninguna responsabilidad. Si las acciones suben, ellos son los que más ganan gracias a los programas de opciones sobre acciones que premian la revalorización bursátil. Si la cotización se derrumba o incluso si las firmas quiebran y los accionistas pierden todo lo invertido, ellos también ganan. En caso de despido, cuentan con cláusulas que les aseguran indemnizaciones multimillonarias, conocidas como paracaídas de oro (golden parachute), de las que no disfrutan los trabajadores, los parias de este orden económico.

El mal hacer de una casta intocable de directivos está detrás de la crisis financiera. Los ejecutivos han salido por la puerta de atrás, pero con las carteras llenas. El salario directivo ha subido un 45% en diez años. El del trabajador, un 7%El FBI ha abierto una investigación, pero ninguno ha sido procesado. Si el botín del robo del siglo fue de 60 millones, ¿cómo se llamará a éste?

2. Debido a la baja de las ventas y a las pérdidas sufridas, muchas empresas recortaron su producción y despidieron personal. Las industrias solo utilizaban el 70% de su capacidad productiva y lanzaron al desempleo a un millón de personas. El comercio y los otros sectores de la economía hicieron lo mismo. Entre el año 2000 y septiembre del 2001, un total de siete millones de personas habían perdido el empleo.
3. Para enfrentar la crisis de sobreproducción y de caída de las ventas de las empresas, el gobierno realizó dos acciones:

Bajó la tasa de interés sobre los créditos hasta 1%. Al abaratarse el crédito, millones de familias se endeudaron para comprar viviendas, vehículos, televisores y otros tipos de bienes. Al haber más crédito, aumentó la venta de las empresas.


En las últimas semanas se ha hablado mucho sobre un apocalipsis económico. En realidad, no estamos, ni mucho menos, ante el fin del capitalismo. El frenesí que se observa en Washington no es más que la muerte de un tipo de capitalismo, la variedad que ha existido en EE UU durante los últimos 20 años. Este experimento de laissez-faire financiero ha fracasado.
Mucho más que una crisis financiera
Vivimos un momento histórico: el derrumbe del liderazgo político y económico de Estados Unidos en el mundo. Es un giro geopolítico tan importante como lo fue la caída de la Unión Soviética.
Desde el final de la guerra fría, los sucesivos Gobiernos estadounidenses han sermoneado a otros países sobre la necesidad de tener unos sistemas financieros sólidos. Indonesia, Tailandia, Argentina y varios países africanos tuvieron que soportar serios recortes de gastos y profundas recesiones como precio por la ayuda del Fondo Monetario Internacional, que ponía en práctica la ortodoxia norteamericana. China, en particular, sufrió intimidaciones sin fin por la debilidad de su sistema bancario. Pero el éxito de China deriva de su permanente desprecio por los consejos occidentales, y no son los bancos chinos los que hoy están quebrando.
La clase política de EE UU que adoptó la desregulación es la responsable del caos actual.
El destino de los imperios se decide a menudo por la relación entre guerra y deuda.
A pesar de su insistencia en su excepcionalidad, EE UU no es distinto. La guerra de Irak y la burbuja crediticia han herido de muerte su hegemonía económica. EE UU seguirá siendo la mayor economía del mundo durante un tiempo, pero serán las potencias emergentes las que, una vez que la crisis haya pasado, comprarán lo que haya quedado intacto entre las ruinas del sistema financiero estadounidense.
Los gobernantes chinos, hasta ahora, han permanecido callados ante la crisis. ¿Les animará la debilidad estadounidense a reafirmar el poder de China, o continuarán su política precavida de "ascenso pacífico"? Por ahora, no se puede contestar ninguna de estas preguntas con seguridad. Lo que es evidente es que EE UU está perdiendo poder a enorme velocidad. Georgia nos mostró a Rusia rediseñando el mapa geopolítico, sin que EE UU pudiera ser nada más que un espectador impotente