domingo, 22 de junio de 2025

 𝐎𝐑𝐌𝐔𝐙: 𝐔𝐍 𝐏𝐔𝐋𝐒𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐒𝐀𝐂𝐔𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐄𝐂𝐎𝐍𝐎𝐌𝐈́𝐀 𝐆𝐋𝐎𝐁𝐀𝐋

Roy Jiménez O.
El Parlamento iraní ha aprobado una medida que sacude los cimientos del comercio energético global: el cierre del estratégico Estrecho de Ormuz. Si bien la decisión aún debe ser ratificada por el Consejo Supremo de Seguridad Nacional, su sola posibilidad ha encendido las alarmas de los mercados y plantea un escenario de profundas implicaciones económicas. En este ensayo se aborda sus consecuencias, cómo podría afectarte y qué medidas tomar ante un escenario cada vez más volátil.
¿𝐐𝐮𝐞́ 𝐞𝐬 𝐞𝐥 𝐄𝐬𝐭𝐫𝐞𝐜𝐡𝐨 𝐝𝐞 𝐎𝐫𝐦𝐮𝐳 𝐲 𝐩𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞́ 𝐢𝐦𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚?
Situado entre Irán y Omán, el Estrecho de Ormuz es una arteria vital del comercio mundial: por él transita aproximadamente una quinta parte del petróleo global. Irán, al tener jurisdicción sobre parte de sus aguas, posee la capacidad material —y ahora posiblemente legal— de bloquearlo. Esta medida no solo afectaría a los países del Golfo, sino que tendría un impacto directo sobre las rutas marítimas de transporte energético, generando un efecto dominó en la cadena de suministros global.
¿𝐐𝐮𝐢𝐞́𝐧 𝐬𝐞 𝐯𝐞 𝐦𝐚́𝐬 𝐚𝐟𝐞𝐜𝐭𝐚𝐝𝐨?
Aunque regiones como Europa reciben mayoritariamente crudo Brent y podrían experimentar un impacto moderado, muchas otras economías consumen una mezcla que incluye petróleo del Golfo. Si la oferta de Aramco la empresa saudí o similares se ve reducida, aumentará la presión sobre otras fuentes, elevando los precios a escala global. El desequilibrio entre oferta y demanda no perdona.
𝐋𝐚 𝐞𝐬𝐩𝐢𝐫𝐚𝐥 𝐢𝐧𝐟𝐥𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐫𝐢𝐚
El encarecimiento del petróleo eleva el precio de los combustibles, lo que afecta todos los eslabones de la cadena logística.
Transportistas, empresas distribuidoras y comercios trasladan sus sobrecostes al consumidor final. A este fenómeno se suma una realidad incómoda: las grandes corporaciones —especialmente alimentarias y energéticas— suelen aprovechar estos periodos de turbulencia para aumentar precios más allá de lo justificado, obteniendo beneficios récord, como ocurrió durante la crisis energética de 2022 en el contexto de la guerra en Ucrania.
𝐇𝐚𝐜𝐢𝐚 𝐮𝐧𝐚 𝐩𝐨𝐬𝐢𝐛𝐥𝐞 𝐜𝐫𝐢𝐬𝐢𝐬 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐢𝐚𝐥
Una subida descontrolada del precio del petróleo en medio de una escasez sostenida conforma el caldo de cultivo para una crisis económica. Muchos países ya se encuentran al borde de la recesión o sumidos en un estancamiento económico, con niveles de deuda pública y privada alarmantemente altos. Si se agrava el panorama, los bancos centrales podrían verse obligados a subir las tasas de interés para contener la inflación, encareciendo el crédito y hundiendo aún más el consumo y la inversión. El riesgo de una recesión en cadena es real.
𝐍𝐨 𝐬𝐮𝐛𝐞𝐬𝐭𝐢𝐦𝐚𝐫 𝐞𝐥 𝐞𝐟𝐞𝐜𝐭𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐚𝐠𝐢𝐨
En una economía globalizada, todo está conectado. Las distorsiones de precio en un rincón del mundo pueden desatar reacciones en cadena. A esto se suma el rol de los especuladores, que muchas veces inflan precios con el pretexto de crisis que apenas les afectan. En este entorno, hasta los rumores adquieren un poder capaz de influir en los mercados: basta el anuncio de un cierre —sin que este se concrete— para que la gasolina suba, incluso en países abastecidos con petróleo Brent, como los europeos.
¿𝐐𝐮𝐞́ 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞𝐧 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫 𝐥𝐨𝐬 𝐜𝐢𝐮𝐝𝐚𝐝𝐚𝐧𝐨𝐬?
Muchos actores políticos han abogado por agotar todas las vías diplomáticas, conscientes de que una escalada no beneficia a nadie.
Pero mientras las decisiones geoestratégicas se toman en esferas lejanas, ¿cómo protegernos los ciudadanos?
Primero, entender que los mercados responden más a la percepción que a la realidad. Segundo, informarse y no dejarse llevar por narrativas alarmistas. Tercero, exigir transparencia a gobiernos y empresas sobre el verdadero impacto de estas crisis y su uso como excusa para ajustar precios.
𝐂𝐨𝐧𝐜𝐥𝐮𝐬𝐢𝐨́𝐧
Aunque aún puede imperar la sensatez diplomática, la decisión del Parlamento iraní pone sobre la mesa un juego de alto riesgo. La indignación persa tras recientes agresiones ha encendido el nacionalismo, y cerrar Ormuz representa una carta fuerte en la negociación con actores clave como Arabia Saudita, India, China y Japón. Las consecuencias no serían solo regionales. Serían globales.



martes, 17 de junio de 2025

 - “𝐄𝐥 𝐚𝐭𝐚𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐫𝐞𝐯𝐞𝐧𝐭𝐢𝐯𝐨 𝐝𝐞 𝐈𝐬𝐫𝐚𝐞𝐥 𝐟𝐫𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐚 𝐈𝐫𝐚́𝐧: 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐚𝐦𝐞𝐧𝐚𝐳𝐚 𝐧𝐮𝐜𝐥𝐞𝐚𝐫 𝐲 𝐞𝐥 𝐦𝐚𝐫𝐜𝐨 𝐥𝐞𝐠𝐚𝐥”

En tiempos de crisis, la línea que separa la legítima defensa de la agresión preventiva puede volverse difusa, peligrosa... incluso irreparable. Y ante la creciente tensión entre Israel e Irán, cabe preguntarse: ¿puede Israel justificar un ataque preventivo contra la República Islámica, apelando a su derecho a la legítima defensa frente a la amenaza nuclear iraní? ¿Sería legal —o legítimo— intentar derrocar al régimen de los ayatolás, considerando el principio de autodeterminación de los pueblos? Y, en última instancia, ¿respaldaría el pueblo iraní una intervención extranjera en su territorio? Estas preguntas nos exigen revisar a fondo el derecho internacional, la soberanía nacional y las implicaciones éticas de actuar en nombre de la seguridad.
Desde la óptica israelí, la amenaza iraní es existencial. Líderes del régimen teocrático han expresado abiertamente su intención de destruir al Estado israelí, y su programa nuclear genera profunda inquietud. Israel sostiene que no puede esperar a ser atacado con un arma nuclear para ejercer su defensa. Sin embargo, 𝐞𝐥 𝐝𝐞𝐫𝐞𝐜𝐡𝐨 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥 𝐧𝐨 𝐬𝐞 𝐛𝐚𝐬𝐚 𝐞𝐧 𝐭𝐞𝐦𝐨𝐫𝐞𝐬, 𝐬𝐢𝐧𝐨 𝐞𝐧 𝐧𝐨𝐫𝐦𝐚𝐬. Y esas normas —encabezadas por la Carta de las Naciones Unidas— sólo autorizan el uso de la fuerza en caso de ataque armado o con autorización expresa del Consejo de Seguridad.
La idea del “ataque preventivo”, impulsada en tiempos recientes por potencias como Estados Unidos durante la invasión a Irak, 𝐜𝐚𝐫𝐞𝐜𝐞 𝐝𝐞 𝐥𝐞𝐠𝐢𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐣𝐮𝐫𝐢́𝐝𝐢𝐜𝐚 . La simple sospecha de que un país desarrolla capacidad ofensiva no es suficiente para justificar el bombardeo de instalaciones o la eliminación de autoridades. Aceptar esa lógica implicaría legitimar un mundo donde cualquiera puede atacar al otro en nombre del miedo.
Pero no sólo se trata de normas internacionales: está también 𝐞𝐥 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐢𝐩𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐚𝐮𝐭𝐨𝐝𝐞𝐭𝐞𝐫𝐦𝐢𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐩𝐮𝐞𝐛𝐥𝐨𝐬. Por más que el régimen iraní sea autoritario y represivo —y lo es—, ningún país tiene derecho a intervenir militarmente para transformarlo. Mucho menos Israel, cuya intervención sería vista como una agresión histórica y estratégica. La autodeterminación no se otorga, se ejerce. Y sólo el pueblo iraní tiene el derecho —y el desafío— de derribar su propio régimen, sin que la justicia sea sustituida por misiles ajenos.
¿Está dispuesto el pueblo iraní a aceptar un ataque israelí como vía de liberación? Difícilmente. Aunque crecen las protestas internas, el nacionalismo, el orgullo cultural y el rechazo a la injerencia extranjera siguen siendo poderosos. Una ofensiva militar externa podría reforzar aún más al régimen, dándole pretexto para recrudecer la represión en nombre de la defensa nacional.
En este tablero volátil, Estados Unidos aparece como actor decisivo. Aunque ha respaldado a Israel, no ha mostrado intención clara de entrar en guerra directa con Irán. Pero el riesgo de una escalada no es menor. Una chispa mal calculada podría incendiar no solo Medio Oriente, sino los principios más básicos del orden internacional.
Israel tiene razones legítimas para estar preocupado. El pueblo iraní tiene sobradas razones para querer un cambio. Pero 𝐧𝐢 𝐥𝐚 𝐬𝐞𝐠𝐮𝐫𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞 𝐢𝐦𝐩𝐨𝐧𝐞𝐫𝐬𝐞 𝐯𝐢𝐨𝐥𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐝𝐞𝐫𝐞𝐜𝐡𝐨, 𝐧𝐢 𝐥𝐚 𝐣𝐮𝐬𝐭𝐢𝐜𝐢𝐚 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞 𝐧𝐚𝐜𝐞𝐫 𝐝𝐞𝐬𝐝𝐞 𝐞𝐥 𝐜𝐢𝐞𝐥𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚 𝐝𝐞 𝐦𝐢𝐬𝐢𝐥.
𝐿𝑎 ℎ𝑖𝑠𝑡𝑜𝑟𝑖𝑎 𝑦𝑎 ℎ𝑎 𝑑𝑒𝑚𝑜𝑠𝑡𝑟𝑎𝑑𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑟𝑖𝑛𝑐𝑖𝑝𝑖𝑜𝑠 𝑠𝑒 𝑎𝑏𝑎𝑛𝑑𝑜𝑛𝑎𝑛 𝑒𝑛 𝑛𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒 𝑑𝑒𝑙 𝑚𝑖𝑒𝑑𝑜, 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑖𝑔𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑙𝑎 𝑝𝑎𝑧... 𝑠𝑖𝑛𝑜 𝑒𝑙 𝑐𝑎𝑜𝑠.
𝘐𝘮𝘢𝘨𝘦𝘯: 𝘊𝘳𝘦𝘢𝘥𝘰𝘳: 𝘗𝘦𝘵𝘦𝘳 𝘡𝘦𝘭𝘦𝘪 𝘐𝘮𝘢𝘨𝘦𝘴